LA VIDA ES COMO EL OCÉANO
—Has estado mirando el océano demasiado tiempo, y por eso no lo has visto. Te has esforzado demasiado en encontrar respuestas, pero solo te has confundido más.
—¿Pero acaso no están ocultas en la búsqueda?
—A veces ni siquiera necesitas buscarlas.
—¿Cómo puedes entonces gestionar tu vida?
—Como el océano gestiona sus aguas. Es apasionado y apacible; puede ser peligroso y apacible. Pero, al mismo tiempo, es parte inseparable de los demás elementos. Sabe mandar y obedecer. Cuando comprendas esto, finalmente podrás encontrar la tan ansiada armonía que tanto has buscado en tu interior.
—¿Y esa será la respuesta a la pregunta de cómo disfrutar de la vida cuando parece que no hay nada que disfrutar?
—Esa será la respuesta a todas tus preguntas. Porque solo comprendiendo lo esencial podemos comprender el resto. Pero a menudo, lo último es lo primero. El fin puede ser el principio, y lo pequeño, grande. Todo es a la vez significativo e insignificante. Depende de tu perspectiva. Recuerda esto: puedes ser pequeño a los ojos del universo hasta que tus acciones se vuelvan grandes. Entonces, te convertirás en parte inseparable de algo importante. Y cuando eso suceda, sabrás que has comprendido la esencia de la existencia, pues reside en el aprendizaje infinito. Y si un día dejas de hacer preguntas, volverás a ser pequeño e impotente.
—¿Y qué hay de que me quedé mirando el océano demasiado tiempo y la vida aún no me dio respuestas?
—Te quedaste parado en el camino demasiado tiempo, reflexionando, pero olvidándote de vivir. En pocas palabras, hiciste preguntas innecesarias porque temías demasiado los problemas, porque te escondiste tras razonamientos sobre la complejidad de la existencia. Te esforzaste demasiado por comprender lo que, en última instancia, es insignificante para ti. Porque solo estás vivo mientras caminas. Si puedes, corre. Y no te detengas demasiado. Un día, puede que te parezca que esta es tu única salida. Incluso dejarás de hacerte preguntas. Perderás la alegría, y luego el deseo. Querer implica arriesgarse; al fin y al cabo, siempre existe el riesgo de no conseguir lo que se desea. Querer no es malo en absoluto, siempre y cuando sepas cómo perseverar. El camino puede ser difícil. Las paradas son necesarias. Solo recuerda que son parte del viaje.